Artistas Asociados
Ver todo-
Manuel Luca de Tena
Actualmente es profesor de Pintura, Técnicas Pictóricas, Psicología del Arte en la...
-
Enrique González
Después de más de tres décadas dedicado al oficio del arte, Enrique...
Exposición actual: ENTRE EL VIENTO Y LA TIERRA - Manuel Luca de Tena.
En la historia de la pintura
existen, sobre todo a partir del Romanticismo, muchos modos de mirar y entender el paisaje como género autónomo, de proyectar contenidos y de abrir significados a través de la conexión de lo visto con el propio espíritu. Lo que ahí se produce es un misterio, el paisaje, que siendo el mismo, se transforma, nunca es el mismo, y su significado va a depender de cada persona que lo observa, de su elección. Un pintor nunca verá lo mismo que un habitante del lugar; una montaña cambiará de significado según la experiencia previa personal. Todo va a depender de lo que el observador proyecte en ese espacio-tiempo. Los distintos observadores de un mismo paisaje nunca verán lo mismo, pero todos a su manera serán reales, y al tiempo con perspectivas distintas que varían según la propia percepción, cultura, educación, creencias, etc. Los arquetipos no existen. Esto es luz, espacio, movimiento y tiempo en perpetua metamorfosis.
Pintar es para mí, por tanto, el ejercicio y el modo de conectar con la naturaleza y conmigo mismo. La técnica (pictórica, fotográfica, etc.) es en este sentido imprescindible para la construcción de las imágenes; en su creación trato de mantener un equilibrio entre lo intuitivo y lo racional; en otras palabras, lo bello natural atravesado ahora por el espíritu y la reflexión. Un espacio entre lo visible e invisible; una experiencia sensible, una percepción del espacio color, cuyo
origen se encuentra en lo emocional; un proceso que genera conocimiento y
construye la memoria.
Buena parte de la tradición paisajista extremo oriental se realiza en tinta negra sobre papel blanco o seda (suibokuga en japonés). La eliminación del color y otros elementos ornamentales se revela necesaria para penetrar en su espacio más desnudo, poético, espiritual. Crea de este modo el artista japonés una luz detenida, un vacío flotante que invita al sosiego y a los estados de meditación sin necesidad de elementos devocionales; pero al tiempo la monocromía consigue una expresividad más intensa asimismo en la conjugación de lo visto y lo oculto. Al espectador se le abre ahora la oportunidad de recrear y proyectar su mundo, su espacio interior.
Es una cuestión de relaciones internas y de unidad, y es ahí en esa musicalidad donde habrá que buscar un posible significado. La pintura como suceso íntimo, como misterio, como relación entre el la poesía y la pintura, en su movimiento, aun siendo a priori lenguajes distintos.
El escritor y filósofo japonés Toshihiko Isutzu (1914-1993) sugiere que: “Bajo la ausencia total de color persiste un vago recuerdo de todos los colores que han sido “matados”. En este sentido, la ausencia del color es la presencia negativa del color. Y aun en este sentido, la ausencia de color asume un valor estético positivo como una presencia interior del color. Por lo tanto, hay algo fundamentalmente paradójico en la apreciación estética de lo incoloro o blanco y negro en el arte de Extremo
Oriente en general. […] La fascinación por el color es un serio obstáculo para
la percepción de la naturaleza más íntima de las cosas y para la realización de la propia unidad originaria con todas las cosas en la capa más profunda de la
vida espiritual”.
Comparto con el pensamiento japonés que el objetivo, más allá de la religión y la filosofía, es la transformación de la conciencia. Creo que en ello hay un modo especial de percibir el tiempo.
Caminar, avanzar con los sentidos bien abiertos, percibir el silencio a través de los diferentes ruidos. Un modo de soñar y sentirse vivo, quizá. Me pregunto con Peter Handke:
“¿Por qué nunca se inventó un dios de la lentitud”?
Esta nueva exposición en la Galería
Fûdo se desarrolla en esta dirección con nuevas incursiones en los espacios monocromos horizontales y en los abundantes matices del gris. El horizonte de las nuevas pinturas es ahora más bajo para dar cabida a cielos más abiertos y una mayor profundidad de campo donde la vista se pueda perder y recrearse en la lejanía.